Fue ayer otro día hermoso, de los que se enraizan en la memoria. Cumpliendo con una tradición que cada año se hace más apetecible, pasando de un sacrificio a una enorme satisfacción. Como todos los años los vigueses entre los que nos encontrábamos Chus, Ubaldo, David, mis cuñadas Beatriz y Begoña, mi suegra, las tías de Chus, mi querida mamá y mi tía Vita, como decía un año más rendimos devoción a nuestro Cristo. De la procesión de ayer me quedo con dos detalles: El primero los describe perfectamente esta fotografía de Faro de Vigo.
El segundo corresponde a un personaje que nos ha causado una enorme admiración. Un buen hombre cuyo cometido durante la procesión fue velar por el orden y la estética de la misma. Su misión era, ni más ni menos, que conseguir que todos desfiláramos de dos en dos.
El buen hombre se puso desde el principio manos a la obra. Y lo hizo con tanta abnegación, con tanta dulzura, tan buen talante, con una sonrisa tan agradable, que absolutamente nadie osó contradecirle. ¡¡¡ Es sin duda un personaje excepcional, una buena persona !!! No le conocíamos de nada, pero nos dejó encandilados. Gracias buen hombre.
Ubaldo y yo estuvimos también muy atentos y preocupados intentando ver a Poldo. No apareció. Estaría cantando o pescando... ¡¡¡ Leopoldo, por favor, diversifica.
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